INTRODUCCIÓN |
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El manejo sustentable de los recursos forestales, fue practicado por las etnias de nuestro país, al menos, antes de la conquista. Durante la Colonia, la Independencia y la Revolución, cada vez menos grupos rurales tuvieron oportunidad de practicar una apropiación de los recursos de manera racional, debido entre otras cosas a los hábitos copiados a los colonizadores, al reparto agrario y a la falta de condiciones para promover una cultura forestal. Posteriormente, debido al incremento de la población, a la adopción de nuevas tecnologías para la apertura de terrenos al cultivo y a la ganadería, a las leyes agrarias que fomentaron los desmontes y a las leyes forestales que privilegiaron a concesionarios y no a los legítimos dueños de los montes, se inició una carrera desenfrenada en contra de nuestros bosques y selvas que, en nuestros días, aún no termina del todo. Las zonas menos desarrolladas, de difícil comunicación y también más apartadas, coinciden con algunos refugios de la etnias que todavía perduran. Estos grupos, han transformado menos violentamente el entorno, por lo que conservan trozos de la vegetación original, con especies maderables que han sido usadas ancestralmente. Muchas de esas especies, poseen características en su madera, tan similares o mejores que las especies denominadas “preciosas”, propagadas por los programas de reforestación oficiales. Los árboles que históricamente se han usado en cada parte de la geografía veracruzana, han resuelto las necesidades de los grupos rurales con los mejores resultados. Estas prácticas han generado conocimiento en las personas que han transmitido de generación en generación. Los grupos autóctonos o los viejos de las comunidades, reúnen una experiencia y conocimiento excepcionales sobre el uso de diferentes maderas, gracias a la experimentación de muchos años, llegando a conocer el mejor uso posible para cada una de las especies de su entorno. Ese conocimiento generado, se está perdiendo con el mismo ritmo que se pierde la vegetación natural. Cada vez son menos los manchones de vegetación natural y los campesinos han perdido poco a poco, por la escasez de especies silvestres, el aprecio por los árboles que sus ancestros usaban para satisfacer sus necesidades cotidianas, como la construcción de la casa, los aperos de labranza, muebles rústicos, leña de calidad, cercos vivos y postes para el cercado de sus parcelas o potreros. Ahora deben comprar estos productos en el mercado, manufacturados con madera de otras regiones del país o del extranjero. La pérdida de especies y la sustitución de productos derivados de la madera por otros importados, contribuyen sin duda a incrementar tanto la falta de aprecio por la vegetación natural remanente como su tala y descuido; este círculo vicioso se mantendrá, hasta que los campesinos revaloren sus especies, sus productos y sus tradiciones. Por otro lado, las instituciones encargadas del fomento forestal nacional, han promovido para los programas de reforestación, muy pocas especies, que si bien tienen un valor reconocido internacionalmente, presentan problemas serios en las primeras etapas de crecimiento. Las meliáceas cedro y caoba, son un ejemplo evidente, debido a que en las etapas juveniles las plantaciones son atacadas fuertemente por el conocido barrenador de las meliáceas. Muchas plantaciones cuyos dueños no están bien informados o asesorados, no logran llevar estas plantaciones a turno con los rendimientos esperados. En los últimos años, los programas de reforestación y plantaciones, han diversificado notablemente su producción y cada vez más se están produciendo especies de uso local, sin embargo, aún falta sustentar programas, que se dediquen al rescate de las especies valiosas que se están perdiendo. Para esto, es necesario conocer los usos ancestrales de las especies, los usos actuales, la aceptación por las comunidades, y si los productores estarían dispuestos a establecer plantaciones o pequeñas reforestaciones en sus parcelas. Sin duda, la tenencia de la tierra es un factor fundamental para que estos programas de rescate alcancen el éxito. No se puede soslayar que quienes plantarían estas especies, tienen dotaciones o propiedades pequeñas, donde apenas pueden practicar sistemas productivos de sobrevivencia. Tampoco se puede dejar de considerar, que se ignora en muchas especies cómo es el manejo de la semilla y la producción en vivero. Sin embargo, durante el desarrollo del presente trabajo dado que los informantes fueron elegidos meticulosamente, se puede afirmar que la gran mayoría de productores estarían dispuestos a plantar muchas de las especies que conocen, pero que no existe oferta de planta en los viveros. Probablemente, el esquema que más éxito tendría es el sistema agroforestal, donde incorporarían algunos individuos de varias de las especies que son valiosas para ellos, por el conocimiento que han adquirido, respecto del valor de la madera. El presente trabajo, extrajo mediante encuestas dirigidas a líderes comunitarios, a personas mayores con experiencia en el manejo de árboles y madera, a comercializadores regionales, a industriales de la madera de pequeña escala y a carpinteros locales, información valiosa de campo, de usos de la madera y cuidado de los árboles; del manejo tradicional de la madera como sus edades y diámetros para su aprovechamiento, pero sobre todo, si aceptarían plantar especies no tradicionales conocidas localmente en caso que las instituciones les proveyeran de planta. El largo listado de usos locales por especie, así como lo que reporta la literatura, sin duda que podrían convencer o auxiliar a las instituciones reforestadoras del estado de Veracruz para diversificar la producción estatal forestal, con lo que se habrá de apoyar un ambicioso programa de recuperación de especies casi en desuso y también recuperar las tradiciones de arraigo por los productos locales. Con lo anterior, naturalmente que también se recuperarán áreas baldías o dedicadas a productos poco rentables y a preservar o incrementar nuestra biodiversidad de especies maderables. Falta mucho por hacer, ya que el conocimiento técnico y científico del manejo de especies no es suficiente. Se requiere trabajar con las comunidades, para encontrar por la vía de la toma de decisiones participativamente, los elementos perdidos o subyugados que hicieron que sus mayores aprovecharan y manejaran especies locales. Que puedan recobrar el gusto y el orgullo de poseer su casa, sus muebles y aperos confeccionados con maderas locales de las “buenas”, de las que no se “pican” por la polilla, de las que producen madera de vistoso veteado o de las que se pueden construir instrumentos musicales de tradición local o de uso generalizado o de las que duran por generaciones, conservando los recuerdos de la familia y de la comunidad. |